domingo, 23 de marzo de 2008

Una de pájaros: hoy, las currucas

Hace unos años, trabajando para una empresa de cuyo nombre no quiero acordarme, me encargaron un proyecto que pretendía promocionar –a través de un centro de interpretación y unas rutas- los valores naturales de una preciosa comarca extremeña cercana a la Sierra de San Pedro. Había que hacer unos paneles, un video y cosas así. Además de las encinas, alcornoques, madroños, etc, y de los animales más emblemáticos, se me ocurrió darle “cancha” a un grupo de pájaros que siempre me ha gustado especialmente: las currucas. Pensé que las currucas mediterráneas son de los más típicos habitantes de estos bosques, y, de hecho, han tenido una importante radiación adaptativa en la zona mediterránea que les ha llevado a diversificarse y conquistar ambientes muy diversos.

Pero las currucas no convencieron, así que hubo que cambiarlas por otros bichos más conocidos –y, por cierto, extinguidos en la zona- como el lince y el lobo. Y digo yo ¿qué tendrá de malo enseñar a la gente los verdaderos valores naturales de su pueblo? ¿Hay que vender las especies “bandera”, aunque ya no estén presentes? De este modo, nunca apreciaran lo que tienen, máxime si se trata de aves modestas y esquivas como las currucas.

Pero de lo que yo quiero hablar hoy es de estos pajarillos, ecológicamente mucho más relevantes en el monte mediterráneo que la mayor parte de las especies más emblemáticas, aunque solo sea por su abundancia. Como insectívoras, regulan y controlan invertebrados que podrían causar daños a la vegetación natural o a los cultivos. Y, como frugívoras, dispersan muchas plantas del bosque mediterráneo, especialmente durante sus trayectos migratorios.

Curruca zarcera (Sylvia communis), abundante en la mitad norte de España y en las montañas del centro y sur.

Las currucas genuinamente mediterráneas, de carácter más sedentario, parece que tienen un futuro más halagüeño que sus hermanas migratorias más norteñas. Así, la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), lleva unas cuantas décadas expandiéndose por España, y las predicciones del cambio climático –mediterraneización de la mitad septentrional- puede facilitarle aún más su camino hacia el norte.


Curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), la más abundante de las currucas en España.

La curruca tomillera (Sylvia conspicillata), de ambientes más abiertos, también puede verse favorecida por la progresiva aridificación que se espera para la mitad sur peninsular.

Curruca tomillera (Sylvia conspicillata) en un azufaifo (Ziziphus lotus). Foto de Almería.

Las currucas más “europeas”, sin embargo, pueden salir muy desfavorecidas de estas alteraciones climáticas. Algunas, migrantes de largas distancias, van a sufrir desajustes con los cambios de sus ecosistemas. Deberán modificar su periodo reproductivo y reajustar su migración para sincronizarla con los recursos de los que dependen durante el otoño. Para especies como la curruca zarcera (Sylvia communis) o la curruca mosquitera (Sylvia borin), hoy muy abundantes, comenzarán los problemas si no son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones, o si no son capaces de competir con otras especies, “desplazadas” por el calentamiento global.


Curruca mosquitera (Sylvia borin). Durante el otoño, pasan a millones por la Península.

Para otras currucas, es más difícil atisbar su futuro. La rabilarga (Sylvia undata), aunque típicamente mediterránea, ya se encuentra en regresión, sin que se conozcan bien las causas (¿pérdida de su hábitat, el matorral, por crecimiento del bosque?). La capirotada (Sylvia atricapilla), por su parte, ha demostrado ser muy adaptable, con poblaciones migradoras junto a otras que apenas se mueven durante el invierno. Sin embargo, su dependencia de los sotos fluviales en ambientes mediterráneos, -ecosistemas que presumiblemente se van a ver afectados- hace suponer que también pueda tener problemas.


Currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) en una zarzamora (Rubus sp).

Por supuesto, todas estas predicciones son meramente especulativas. Tendremos datos más fiables cuando finalice (allá por 2009) el proyecto que ya desarrollan el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad de Extremadura para el Ministerio de Medio Ambiente. El proyecto evaluará la situación futura y propondrá medidas de adaptación para buena parte de la fauna y flora española en relación al cambio climático que se espera para el siglo XXI. Veremos entonces que podemos esperar para las currucas. Aunque seguramente pocas aves van a ser mejores indicadores que estos exitosos y tímidos habitantes del matorral.

A disfrutar de la primavera.
Ricardo

1 comentario:

Mucha clase dijo...

¡Alma de cántaro! Hay que estar muy perturbado para tratar meter en una exposición unas currucas!! Joder macho, si son como ratones de los matorrales, casi alimañas. Muy bien que hicieron los de la innombrable empresa. Poner las cosas en su sitio.

Ahora en serio: El tema es vender y aquí, al parecer, sólo venden los gordos con garras, alas enormes, nidos como catedrales etc.
Digo al parecer, porque basta alguien con la sensibilidad y capacidad de comunicación necesaria para convencernos de que la vida de un humilde ratón de campo, sapo del desierto, perro callejero o pájaro carpintero es de lo más interesante.Pienso, por ejemplo en Félix Rguez de la Fuente (que pasaba de los lobos o las reales al alcaudón sin pasmarse) o en el David Attenborough arrastrándose entre el barro para enseñar cualquier bichejo (que acababa picándole). También pienso en el príncipe cuando presentó la España Verde con Cardelus (pero esto prefiero olvidarlo).

Personalmente creo que las cosas de la educación ambiental cambiarán cuando se dejen de hacer sendas con niños (ojo, las que se hacen ahora) y se dejen de hacer exposiciones en centros (como las que se hacen ahora)...

De los sotos fluviales no te preocupes, ya se ha puesto los medios para eliminarlos limpiamente y sin dolor. Se están sustituyendos por "parques fluviales".