jueves, 16 de mayo de 2013

Vuelta a la Sierra de la Culebra (10 ó 12 años después)


El título lo dice todo. Ha llovido ya desde la última vez que habíamos estado por aquí. El gran atractivo de esta zona sigue siendo, como no, la posibilidad de observar en libertad al lobo ibérico (Canis lupus signatus). Aunque es muy difícil dar con él, el lobo es un animal especialmente simbólico y capaz de atraer a los turistas que buscan disfrutar de la naturaleza. Representa cosas muy diferentes: para el habitante de las ciudades es una especie de símbolo de lo realmente agreste, de la capacidad de la naturaleza a resistir las presiones de la civilización; la percepción, desde la distancia, es la de un animal perseguido injustamente, siempre sobreviviendo al límite. Es la visión romántica, sin duda antropizada, del heroísmo en el mundo animal. El bueno de la película. En el mundo rural la visión es bien diferente. Aquí, sobre todo para el ganadero, es una preocupación constante -y legítima-, un problema a resolver. Para la Administración queda la papeleta de compaginar ambas visiones, garantizando la supervivencia del lobo. En este importante conflicto, decantarse demasiado por unos u otros siempre ha sido un error grave para los que toman las decisiones.

 Amanece en la Sierra de La Culebra, con la habitual niebla cubriendo el valle.


La Sierra de La Culebra mantuvo las mayores densidades de lobos ibéricos en España cuando peor le iba al cánido. Un territorio amplio, bastante despoblado y su gestión como Reserva Nacional de Caza lo hicieron posible, sin menospreciar la sorprendente capacidad lobuna de sobrevivir. Pero la presencia del lobo propició que los mejores trofeos de caza mayor (venados) se abatieran precisamente en esta Reserva de Caza. Así, el lobo resultó no ser tan perjudicial.

Macho de ciervo (Cervus elaphus). La foto no es de este viaje.


Ahora se atisba un principio de cambio a través del turismo rural, capaz de dejar sus buenos euros en la economía local (sobre todo casas y hoteles rurales, que empiezan a florecer). Durante los tres días en los que estuvimos en La Culebra coincidimos con dos grupos de ecoturistas, belgas e ingleses, en viajes organizados expresamente para tratar de observar al lobo. Se trata de operadores extranjeros, aunque me consta que ya hay algunas empresas españolas del sector que ofertan esta visita. En todo caso, el principal negocio está todavía fuera. Cuestión de educación y conciencia ambiental. Así, la demanda turística sigue más en Europa que en España.

Ecoturismo en la Sierra de La Culebra. Teresa luce su embarazo de 6 meses. Al fondo, embalse de Valparaíso, cerca de Cional.


Por su parte, la Sierra de La Culebra, unos diez años después, sigue tan machacada como siempre. A pesar de eso, me llevé la impresión de que los incendios forestales (numerosísimos en el pasado) deben haber remitido ligeramente, pues en algunas laderas el melojar vuelve a extenderse. Pero el aspecto general sigue siendo el mismo. Pinares de repoblación como islas en un mar de matorral -brezales sobre todo- y, puntualmente, algunos melojares. Para la vegetación, diez años no son nada.

Pinar de repoblación joven. Al fondo se observa otro pinar repoblado más crecido, típico refugio diurno para el lobo y resto de grandes mamíferos en La Culebra. El resto del paisaje vegetal lo constituyen pastizales y extensos matorrales, que sustituyen al robledal potencial. 


Nuestro objetivo era ver el lobo. Por eso, nos informamos de los mejores sitios para acecharlo, gracias a la colaboración de aquella fracción –creciente, sin duda- de habitantes locales capaces de ver la posibilidad de sacar provecho del privilegio de convivir con lobos. Y así, los madrugones tuvieron su premio en forma de un bonito ejemplar que nos deleitó unos minutos mientras recorría el matorral bajo, justo antes de introducirse en el pinar donde se oculta durante el día. El lobo, grande y bastante rubio, volvía de sus correrías nocturnas a reunirse con su pareja, avistada en días previos por otros turistas con los que hablamos.

El lobo. La foto no está hecha en condiciones óptimas. No obstante, se aprecia el pelaje claro del individuo que vimos y se intuye su andar confiado hacia el refugio del bosque. Eran las 9:30 de la mañana aprox. y el lobo se encontraba a unos 200 metros de distancia.


Una vez más nos fuimos muy contentos de La Culebra. Al lobo ya lo había visto 4-5 veces antes, aunque para mis compañeros/as en este viaje era la primera. Por eso, todos tenían esa sonrisa de satisfacción (yo también, lo reconozco) de haber comprobado con sus propios ojos que la encarnación animal del héroe campa a su antojo por nuestros campos y páramos. Como colofón, visita obligada a la cercana Villafáfila, impresionante este año por las lluvias y por sus aves acuáticas y esteparias.

Macho territorial de Bisbita campestre (Anthus campestris).


Aguja colinegra (Limosa limosa). A pesar de lo avanzado de la primavera, todavía había un notable paso migrador de esta especie en las lagunas de Villafáfila.


Avutarda (Otis tarda) en vuelo. Villafáfila alberga el mayor núcleo reproductor de esta especie en España. En esta época (mayo) se encontraban en plena parada nupcial, con los machos realizando sus peculiares ruedas en los lugares de exhibición, llamados "leks".


Ricardo
Primavera de 2013