sábado, 28 de mayo de 2011

Urogallos en el Alto Pirineo

Una breve escapada al Pirineo, con el consiguiente palizón de coche. Pero la cosa lo merecía: iba a pasar la noche en un cantadero de urogallos. El urogallo pirenaico  (Tetrao urogallus aquitanicus) resiste todavía en el alto Pirineo en estos tiempos que nos han tocado vivir. No está tan amenazado como el urogallo cantábrico (subespecie  cantabricus), pero tampoco tiene una situación muy boyante, ni mucho menos. Hace una década se estimó que quedaban unos 1.400 individuos en la vertiente española pirenaica, y apenas unos 500 urogallos cantábricos. Con la tendencia regresiva que se sabe tiene esta especie en España, diez años después las cifras deben ser bastante menores.

Llegué a Sort (Lleida), donde me esperaban Josep y Jaume. Se puede decir que es la puerta de acceso al Parc Natural Alt Pirineu, que se extiende por las cotas altas al este del Parque Nacional de Aigüestortes. Los cantaderos de urogallo –donde se reúnen los machos a exhibir su plumaje y sus habilidades para el canto ante las hembras- son aquí bien conocidos y se censan anualmente. El que íbamos a censar nosotros estaba ubicado en una empinada ladera, sobre los 1.800-1.900 metros, en medio del bosque de pino negro (Pinus uncinata). 

El alto Pirineo (pulsando en las fotos se deberían ver en tamaño grande)

Es el hábitat del urogallo pirenaico, donde se alimenta de acículas de pino y bayas de arándano (Vaccinium myrtillus). El pino negro y el arándano comparten este ambiente subalpino con el rododendro (Rhododendron ferrugineum), dando lugar a bosques abiertos, con aspecto destartalado, donde las manchas de pinos alternan con los claros propiciados por los abundantes árboles caídos. Mucho más dispersos, aparecen abedules (Betula pendula) y abetos (Abies alba). Tras la correspondiente sudada de la subida, había que ubicar los “hides” en lugares estratégicos, separados unos 100 metros entre sí para poder cubrir toda la posible actividad del cantadero.


El hábitat del urogallo pirenaico

Otra vista desde el mismo punto

Sobre las 19:00 estaba todo montado y nos despedimos. Mi pequeño "hide" (una tienda individual de camuflaje) ocupaba una mínima zona con poca pendiente bajo dos pinos. Abrí todas las ventanas para poder ver en los cuatro costados. 


El "hide"

La actividad del gran gallo del bosque (como lo llamaba Félix) es crepuscular y, en buena medida, nocturna. Así que la idea era esperar dentro del hide hasta que anocheciera y luego despertar sobre las 5 para continuar la vigilancia hasta las 8 ó 9 de la mañana. Durante la espera cantaron las becadas (Scolopax rusticola), así como mirlos capiblancos (Turdus torquatus), agateadores norteños (Certhia familiaris), reyezuelos sencillos (Regulus regulus), carboneros garrapinos (Parus ater) y acentores (Prunella modularis). Los ladridos de los corzos (Capreolus capreolus) se escucharon por toda la ladera. 


Cerca de las 21:30 h, con poca luz y ya un frío considerable, apareció el urogallo. A pesar de su tamaño, se detectan más por el ruidoso aleteo entre las copas de los pinos que por su visibilidad. Aunque estaba muy cerca, me costó mucho verlo. Así, ya sin luz, lo detecté por las manchas blancas que tiene en la cola y en la parte anterior del ala. Comía acículas tranquilamente en una rama baja. Después voló a un grupo de pinos cercanos y dejé de verlo. La lechuza de Tegmalm (o mochuelo boreal, Aegolius funereus) cantó brevemente y se acabó el espectáculo por hoy.

Cuando desperté, a eso de las 5, el gallo estaba cantando en los mismos pinos. Después supe por Josep que a las 4 de la mañana ya cantaba (él se había despertado un momento a esa hora y lo había oído). Probablemente comenzó mucho antes, y se pasó toda la noche cantando. Me llamó mucho la atención el volumen tan minúsculo del canto. De hecho, daba la impresión de estar mucho más lejos. Yo no lo sabía, pero los impresionantes gallos cantan siempre muy bajito. Es otro factor que dificulta encontrarlos. Sobre las 6 de la mañana dejó de oírse.

A las 7:30 ya estaba convencido de que se había marchado y comencé a recoger las cosas dentro del pequeño "hide". De repente, el aleteo. Lo vi volar entre los pinos, remontar y posarse pesadamente al borde mismo de la ladera, en una rama horizontal. 


El urogallo pirenaico, al borde del vacío 

Estaba a unos 90-100 metros. Allí pude disfrutar una hora más o menos viéndolo tomar el sol, comer acículas y cantar (aunque no se escuchaba).

Cantando 

Posando

Después, sobre las 8:30, de marchó volando ladera abajo. Recogida de la tienda y a poner en común la información. Se trataba de un cantadero que habitualmente empleaban entre 3 y 5 gallos. Esa noche habían acudido tres, y ninguno llegó a bajar al suelo. No hubo peleas ni, aparentemente, gallinas en las inmediaciones. El celo ya comenzaba a remitir este año. Pero los gallos siguen acudiendo “por si acaso” hasta que, poco a poco, los cantaderos quedan desiertos hasta el año siguiente.


La escapada mereció la pena. Ha sido mi primer contacto con esta especie. Un espectáculo natural impresionante, tanto por el urogallo como por la montaña, el marco privilegiado donde vive. Los urogallos españoles quedaron relictos (“prisioneros” en las altas cumbres) tras retirarse los hielos hacia el norte después de la última glaciación. Ahora, el calentamiento del clima está acelerando su desaparición. La pérdida de su hábitat y la elevada mortandad de sus pollos a manos de depredadores que cada vez pueden vivir a más altitud son las principales causas de su declive. A pesar de haber leído sobre él, el urogallo era para mi algo demasiado lejano y distante. Ahora recomendaría a muchos una noche en el alto Pirineo para que tengan conciencia de todo lo que estamos perdiendo.



Ricardo
Primavera de 2011