jueves, 20 de agosto de 2009

200 años después de Darwin

Foto 1. Las islas Galápagos y su riqueza en endemismos inspiraron a Darwin. La foto está tomada en la isla Santiago. Un Pinzón de tierra del género Geospiza otea desde lo alto de una Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus).

El 2009 está siendo el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin. En el año en el que exposiciones, reediciones de sus obras y reconocimientos varios proliferan, yo también me sumo al homenaje del personaje que arrojó luz sobre el misterio de los misterios: el origen de las especies y de la diversidad de la vida. Se han escrito cientos de libros sobre su vida, obra, repercusiones, disputas y, especialmente, sobre el choque entre conocimiento y dogma (ciencia vs fe) que generó. Si Copérnico nos sacó del centro del universo, Darwin nos liberó de la Creación. Su gran mérito, tan sencillo y complejo a la vez, fue atar cabos. Y es que la teoría de que las especies evolucionan no era nueva. Pero dar con el mecanismo de la evolución -la selección natural- si lo fue. Conceptos como la supervivencia del más apto, la reproducción diferencial o la herencia con modificación dieron sentido a las Ciencias de la Vida.

Rico heredero y enfermo crónico, Darwin no tuvo que trabajar para ganarse el pan. Tuvo tiempo de reflexionar sobre lo leído y lo visto en sus viajes. Desde su regresó a Inglaterra, tras casi cinco años en el Beagle, se pasó otros 20 decidiendo si publicar o no sus ideas. Sabía las repercusiones que aquello tendría: el rechazo de los estamentos más conservadores y poderosos, entre ellos la iglesia. Aquello le importaba, porque fue muy religioso gran parte de su vida (incluso estuvo a punto de ser sacerdote). Pero en 1851, al morir su hija pequeña, su fe se desmoronó. ¿Porqué un supuesto Dios magnánimo había dispuesto aquello tan injusto? Se fue apartando de la sociedad victoriana y encerrándose en si mismo, mientras investigaba cosas tan variopintas como orquídeas y percebes.

Ocho años más tarde recibió una carta de Alfred Wallace, quien había llegado a sus mismas conclusiones. Todo ello le llevó a dar el gran paso: en pocos meses, redactó su revolucionario libro que veía la luz en 1859. El origen de las especies a través de la selección natural abriría una nueva etapa en la historia de la ciencia y del pensamiento. Ciencia y razón podrían descifrar los misterios de la vida. La Creación era explicable a través de leyes universales.

Hoy día, la existencia de la evolución por selección natural está demostrada. Ciertos colectivos interesados todavía generan polémica. La pregunta más repetida: si unas especies descienden de otras ¿dónde están los “eslabones” intermedios? El registro fósil y la genética molecular han respondido sobradamente, así como estudios ecológicos a largo plazo. Los de los Grant sobre los Pinzones de Darwin en las Galápagos son el mejor ejemplo que conozco (sus libros son el mejor homenaje posible a Darwin).

Hace un año visité las Galápagos y reparé que los Pinzones de Darwin apenas despertaban el interés de los visitantes, tal vez porque son poco vistosos y difíciles de distinguir unos de otros. Se trata de 15 especies endémicas, provenientes de una población de alguna especie de pinzón que llegó del continente hace solo 2 ó 3 millones de años. Había leído sobre ellos, y esperaba poder observar muchas especies. Al final, me marché contento creyendo haber visto 3 ó 4. Meses después pude analizar con calma las muchas fotografías que les hice. Probablemente Darwin se quedó igual de perplejo a bordo del Beagle, mientras estudiaba los pinzones que recolectó: muchos de los ejemplares eran intermedios entre unas especies y otras.

Usando abundante documentación, me di cuenta de que en realidad había fotografiado, al menos, 9 especies diferentes de Pinzones, junto a numerosos ejemplares que no me fue posible determinar. Era lo esperable en un grupo en rápida evolución por un ambiente cambiante. La selección natural uniformiza sus poblaciones y vuelve a diferenciarlas tras cambios importantes, como las sequías. Estos cambios ambientales modelan las poblaciones de pinzones que, potencialmente, son auténticos “eslabones” intermedios, capaces de dar lugar, con el tiempo, a nuevas especies.

Foto 2. Pinzón Grande de Tierra (Geospiza magnirostris). Isla Santa Cruz. Para distinguir a los pinzones unos de otros hay que fijarse en las dimensiones del pico. Las características del plumaje no sirven.

Foto 3. Pinzón grande de cactus (Geospiza conirostris). Isla La Española.


Foto 4. Pinzón de cactus (Geospiza scandens). Isla Floreana.


Foto 5. Pinzón mediano de tierra (Geospiza fortis). Isla Rábida.


Foto 6. Pinzón pequeño de tierra (Geospiza fuliginosa). Isla La Española.

Foto 7. Pinzón con características intermedias entre Geospiza fortis y G. fuliginosa (fotos 5 y 6). Isla Santa Cruz. El Pinzón que aparece en la fotografía 1 también presenta un pico con características intermedias entre estas dos especies.

Darwin, el filósofo natural del Beagle, finalmente triunfó. Aunque no lo pudo disfrutar, el tiempo lo convirtió en uno de los personajes más influyentes que han existido. En realidad, no fueron los pinzones de Galápagos lo que le hicieron concebir su ambiciosa teoría, ya que olvidó etiquetar la isla de donde procedía cada ejemplar. Pero le pusieron sobre la pista de algo que ya sospechaba y que, finalmente, se plasmaría en una teoría que cambió nuestro modo de ver el mundo.

Verano 2009. Ricardo