viernes, 8 de junio de 2007

LA REUNIÓN DEL G8 Y EL SAPO DORADO

Debemos ser optimistas. El G8 se ha reunido y ha habido fumata blanca. Se ha decidido, en lo que al leve problemilla del calentamiento global se refiere, que por fín andaremos todos juntos en la misma dirección. El "milagro" de Montreal, que contuvo los gases devoradores de la capa de ozono, podría volver a repetirse. ¿O no? Lo cierto es que las buenas intenciones de algunos, la debilidad política -y nula credibilidad- de otros, y las evidencias, cada vez mayores, de que está fallando el termostato terráqueo, han generado una especie de consenso sin compromisos claros ni firmas. Para el 2050, deberán reducirse las emisiones de gases invernadero un 50% (¿respecto de qué niveles?). Todo ello bajo el paraguas de Naciones Unidas, y comenzando a negociar en 2009, de cara a renovar el maltrecho Protocolo de Kioto a partir de 2012.

Uff. No quisiera ser impaciente, pero todo eso me pilla un poco lejos. Si no me fallan las cuentas, para 2050 tendré 80 tacos, por encima de la esperanza de vida del género al que pertenezco. O sea, estadísticamente estaré criando malvas. Evidentemente el clima ya habrá cambiado. Y es que con la reducción aplicada, se espera que el aumento sólo sea de 2º C (según las zonas, claro). No se si me lo creo.

Pero, ¿Porqué correr? ¿Porqué darse prisa, si se puede actuar con calma? Quizá yo sea -como ya he dicho- un impaciente empedernido. Quizá es que el G8 no conoce la historia, breve donde las haya, del sapo dorado. La he leído en varios sitios, pero quien mejor la explica, a mi juicio, es Tim Flannery. Os invito a que la leáis según el conocido libro de Flannery ("La amenaza del cambio climático. Historia y futuro". 2006. Laurus). Textualmente dice así:

"El sapo dorado (Bufo periglenes) fue descubierto y bautizado en 1966. Solo los machos son dorados; las hembras presentan un moteado negro, amarillo y escarlata. Durante gran parte del año es una criatura reservada, y pasa el tiempo bajo tierra, en madrigueras construidas entre las musgosas raíces de árboles de tronco corto y nudoso. Luego, cuando la estación seca da paso a la húmeda en abril-mayo, aparecen en masa por encima del suelo durante unos pocos días o semanas para reproducirse. (….)

En su libro
In Search of the Golden Frog, la experta en anfibios Marty Crump nos cuenta lo que era ver a esa criatura en pleno frenesí copulador (Crump, 1998).

"Subo la colina [...] atravieso el bosque cubierto de nubes, luego el de árboles enanos. [...] Al siguiente recodo contemplo una de las imágenes más increíbles que he visto. Congregándose alrededor de varios charquitos en la base de los árboles enanos y sacudidos por el viento, hay cientos de sapos dorados y fluorescentes que parecen estatuas, joyas deslumbrantes sobre el barro marrón oscuro".

El 15 de abril de 1987, Crump anotó en su diario de campo una entrada que iba a ser de importancia histórica:
"Hemos visto una gran mancha informe de color naranja con patas agitándose en todas direcciones: una masa de carne de sapo retorciéndose. Al examinarla de cerca vemos que se trata de tres machos, y que cada uno lucha para acceder a la hembra que hay en medio. Cuarenta y dos manchas anaranjadas colocadas alrededor del charco son machos sin pareja, alerta ante cualquier movimiento y preparados para saltar. Otros cincuenta y dos machos sin pareja están desperdigados por las inmediaciones. En total encontramos 133 sapos alrededor de este charco del tamaño de un fregadero".

Bosque de nubes en Costa Rica (Cordillera de Talamanca). Foto: Teresa Pereyra

Y el 20 de abril: "Parece que ha acabado la época de engendrar. Hace cuatro días encontré la última hembra, y poco a poco todos los machos han regresado a sus efugios bajo tierra. El suelo está más seco cada día, y los charcos contienen menos agua. Las observaciones de hoy son desalentadoras. Casi todos los charcos se han secado del todo, dejando huevos secos ya cubiertos de moho. Por desgracia las condiciones climáticas de El Niño todavía afectan a esta parte de Costa Rica".

Como si conocieran el destino de esos huevos, los sapos intentaron engendrar de nuevo en mayo. Que el mundo sepa, ésa fue la mayor orgía de sapos de la historia, y Crump tuvo el privilegio de dejar constancia. A pesar del hecho de que 43.500 huevos fueron depositados en los diez charcos estudiados, sólo veintinueve renacuajos sobrevivieron más de una semana, pues los charcos, una vez más, se secaron rápidamente. Al año siguiente, Crump volvió a Monteverde para la época del apareamiento, pero en esa ocasión las cosas fueron distintas. Tras una larga búsqueda, el 21 de mayo localizó un solo macho. En junio, todavía buscando, Crump estaba preocupada:
"El bosque se ve estéril y deprimente sin los brillantes destellos naranja que hemos llegado a asociar con esta época [humedad]. No entiendo qué pasa. ¿Por qué no hemos encontrado unos cuantos machos esperanzados, recorriendo los charcos impacientes...?"
No obstante, ni siquiera cuando acabó la época de apareamiento sin haber visto ninguno más se mostró demasiado pesimista. Pasó un año antes de que, el 15 de mayo de 1989, se volviera a avistar un único macho. Como se hallaba a tan sólo tres metros de donde Crump había hecho su avistamiento doce meses antes, sin duda se trataba del mismo macho que, por segundo año consecutivo, llevaba a cabo su solitaria vigilia, esperando la llegada de sus congéneres. Que sepamos, era el último de su especie, pues el sapo dorado no ha vuelto a verse desde entonces".

Interior del bosque de nubes, el hábitat que conoció el sapo dorado (Foto: Teresa Pereyra)

Un final ciertamente triste. El sapo dorado solo vivía en el bosque de nubes de Monteverde (Costa Rica) y pasó a encabezar la lista -hoy extensa- de víctimas demostradas del calentamiento global.

Tucancillo Esmeralda (Aulacorhynchus prasinus). El calentamiento del clima ha hecho que esta especie -que antes vivía a menor altitud- colonice el bosque de nubes. Sus hábitos depredadores de huevos y pollos es una presión más para las aves del bosque de nubes, como el Quetzal (Pharomachurus moccino). (Foto: Teresa Pereyra)

Hoy sabemos que es la disminución de la profundidad del agua, como consecuencia del ligero aumento de la temperatura, es el factor causal de los problemas de los anfibios que ponen sus huevos en pequeñas charcas (para evitar así a los depredadores). Su piel es muy sensible a la radiación ultravioleta, y de este modo quedan más expuestos a ella. Estas condiciones retrasan el crecimiento de los renacuajos, que quedan así más tiempo a merced de una enfermedad causada por hongos quitridios, los cuales acaban con ellos en masa. Ni que decir tiene que si las charcas se secan, los renacuajos no tienen nada que hacer. Y si los padres ponen sus huevos en aguas de mayor entidad, entonces son fácil presa de los depredadores acuáticos.

Una auténtica encerrona para los pobres anfibios. Pero, a pesar de todo, y aunque la lista de bajas no deje de crecer, debemos ser optimistas. El G8 vela por nuestro futuro. No resisto la tentación de despedirme con una última cita, que en esta ocasión le debemos a los Kortatu y parece hecha a propósito:

"La asamblea de majaras se ha reunido,
la asamblea de majaras ha decidido:
Mañana sol.... y buen tiempo".