domingo, 26 de abril de 2009

Los enebrales de Hoyo y sus zorzales

El municipio de Hoyo de Manzanares, muy cercano a mi casa, no parece tener nada de especial, y sin embargo es una rareza natural en el contexto de España. Domina el paisaje una pequeña sierra, con apenas 1.400 m, rodeada por una amplia extensión donde se suceden suaves ondulaciones de colinas junto a pequeños valles. El sustrato es marcadamente ácido. Ello es debido a los resistentes granitos, testigos de los últimos 300 millones de años. Los numerosos batolitos, hoy redondeados por la meteorización, son las atalayas vigía de las dehesas de Hoyo. Cuando los escalas, te permiten divisar una gran extensión de lo que verdaderamente hace único este lugar: extensos enebrales aquí y allá, con algunas zonas de matorral intercaladas.


Habitualmente, el enebro de la miera (Juniperus oxycedrus) aparece en las mesetas españolas como acompañante de la dominante encina (Quercus rotundifolia). Hoyo es una de las pocas excepciones que se conocen. ¿Cómo se explica? Quizá las limitaciones que impone el ácido sustrato, quizá la erosión -que ha descarnado algunas pendientes-, o tal vez el uso selectivo de la madera de encina en el pasado. O puede que todo ello, conjuntamente, sea la causa de que hoy el paisaje de Hoyo de Manzanares esté dominado por estos modestos árboles.

Durante el invierno, estos extensos enebrales, bástante térmicos, se llenan de pájaros. Aunque la diversidad no es extraordinaria, si lo es la densidad de un grupo de ellos. Me refiero a los zorzales, que llegan a miles buscando los frutos de los enebros.


Zorzal charlo (Turdus viscivorus). El único zorzal que nidifica en la zona.

Muchas de estas aves pagan un alto precio cada invierno, pues son especies cinegéticas y en las fincas de Hoyo se caza abundantemente. Pero si se evita ir los domingos, donde los tiros asustan permanentemente a las aves, es posible encontrar grandes congregaciones de zorzales, -a veces de las cuatro especies que podemos ver en España-, en los enebros adecuados.


Zorzal común (Turdus philomelos). Es el más abundante durante el invierno.

Los zorzales consumen los frutos de los enebros, pero también dispersan sus semillas. Son la mejor garantía de la persistencia y de la conservación del peculiar medio natural de Hoyo. Se podría decir que mantienen unos ecosistemas que, independientemente de su incierto origen, son hoy muy raros en España. Esta profunda dependencia da idea también de la fragilidad de este medio. La urbanización ha sido moderada en el municipio de Hoyo (nada que ver con algunos de sus vecinos, como Torrelodones). Esperemos que siga así. Algunas zonas que fueron privadas de su cubierta natural en el pasado se están erosionando hoy a buen ritmo. La sobreexplotación de algunos recursos, (por ejemplo, ganadería o caza), también pueden ser preocupantes en ciertas fincas.

Zorzal alirrojo (Turdus iliacus). Más escaso que el zorzal común, puede detectarse formando parte de bandos dominados por éste.

Hoy por hoy, los enebrales de Hoyo de Manzanares resisten el embate de los tiempos que nos ha tocado vivir. El impacto futuro del calentamiento climático en la zona es un enigma. ¿Aguantarán los enebros y sus zorzales, o éstos tendrán que buscar otras áreas de invernada? Los pequeños arroyos de la zona y las escasas lagunas -por cierto, de gran interés para los anfibios- parece que aumentan su estacionalidad. Otros síntomas son el aumento de las enfermedades que sufren los enebros, así como la creciente presencia de la colonizadora encina. Todo junto hace pensar que algo está pasando.

Quizá sea la dinámica natural de un medio que recupera su naturalidad, tras décadas de una particular explotación forestal. O simplemente asistimos a efectos previsibles de un cambio global generalizado. En definitiva, tal vez los enebrales de Hoyo solo sean una curiosidad natural muy puntual en el tiempo. En el futuro, un pie de página en algún sesudo tratado botánico. Me alegra haber podido conocerlos y disfrutarlos.

Ricardo






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