Muchas de estas aves pagan un alto precio cada invierno, pues son especies cinegéticas y en las fincas de Hoyo se caza abundantemente. Pero si se evita ir los domingos, donde los tiros asustan permanentemente a las aves, es posible encontrar grandes congregaciones de zorzales, -a veces de las cuatro especies que podemos ver en España-, en los enebros adecuados.
Zorzal común (Turdus philomelos). Es el más abundante durante el invierno.
Los zorzales consumen los frutos de los enebros, pero también dispersan sus semillas. Son la mejor garantía de la persistencia y de la conservación del peculiar medio natural de Hoyo. Se podría decir que mantienen unos ecosistemas que, independientemente de su incierto origen, son hoy muy raros en España. Esta profunda dependencia da idea también de la fragilidad de este medio. La urbanización ha sido moderada en el municipio de Hoyo (nada que ver con algunos de sus vecinos, como Torrelodones). Esperemos que siga así. Algunas zonas que fueron privadas de su cubierta natural en el pasado se están erosionando hoy a buen ritmo. La sobreexplotación de algunos recursos, (por ejemplo, ganadería o caza), también pueden ser preocupantes en ciertas fincas.
Zorzal alirrojo (Turdus iliacus). Más escaso que el zorzal común, puede detectarse formando parte de bandos dominados por éste.
Hoy por hoy, los enebrales de Hoyo de Manzanares resisten el embate de los tiempos que nos ha tocado vivir. El impacto futuro del calentamiento climático en la zona es un enigma. ¿Aguantarán los enebros y sus zorzales, o éstos tendrán que buscar otras áreas de invernada? Los pequeños arroyos de la zona y las escasas lagunas -por cierto, de gran interés para los anfibios- parece que aumentan su estacionalidad. Otros síntomas son el aumento de las enfermedades que sufren los enebros, así como la creciente presencia de la colonizadora encina. Todo junto hace pensar que algo está pasando.
Quizá sea la dinámica natural de un medio que recupera su naturalidad, tras décadas de una particular explotación forestal. O simplemente asistimos a efectos previsibles de un cambio global generalizado. En definitiva, tal vez los enebrales de Hoyo solo sean una curiosidad natural muy puntual en el tiempo. En el futuro, un pie de página en algún sesudo tratado botánico. Me alegra haber podido conocerlos y disfrutarlos.
Ricardo
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